miércoles, 30 de mayo de 2012

UNA APROXIMACIÓN CRÍTICA A LA TEMÁTICA POÉTICA



Consideraciones generales

La poesía es un persistente arado sobre un yermo papel, esa es la poesía. Es un alma
sola que divaga en el éter a la caza de una mente que la abrigue y anide para
expresar el universo interno del hombre[1], y así manifestar el exteriorismo que lo circunda con su interiorismo transfigurándolo desde un punto de vista dialéctico, haciendo a la cosa más estética y resaltando sus cualidades a los ojos del lector.
La poesía no es de nadie y es de todos. No es de nadie, está ahí, pero quien la posea la hará suya sin poder arrogársela. En este sentido, el poeta que labra y cultiva sus versos en un estéril folio para producir un hermoso romance o un poema blanco y libre se lo puede apropiar. Al hilvanarlo y componerlo ya no le pertenece, es un patrimonio universal, es el precio que exige el Creador a los poetas por darles esa forma blanca o rítmica de filosofar, Él es el prístino poeta; de Él proviene toda la poesía.
La poesía es irreverente pues se vale del intelecto del aedo para luego abandonarlo y cumplir su cometido: regodearse en la lectura de la humanidad y producir la belleza como lo dijo el egregio Borges, citado por Gil, H. (2008), cuando se refirió al libro:

Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, [itálicas añadidas] ese misterio hermoso que no descifra ni la psicología ni la retórica[2]. (p.54).



Por otra parte la poesía es además desleal al olvidarse de su creador eso queda a la comunión con su lector quien, al tropezar con ella, la internaliza y le sirve de vínculo con aquel. Pero además, como bien lo declaró el preclaro poeta argentino: «la poesía está en el comercio del poema con el lector»[3], […], y en la […] «modificación física que suscita cada lectura»: lo esencial es el acontecimiento de la beldad[4].
Además, la poesía transfigura la realidad a través del divino verbo que el Señor ha puesto en los poetas, es la más bella y expresiva forma, o, mejor; el blanco canal que utiliza el Altísimo para mostrar una de las tantas beldades a la humanidad, que el hombre posee cuando eleva su espíritu; pero que no es la única.
Sin embargo, no podemos olvidar que en principio fue el Verbo. Jesús fue el primerísimo y más grande bardo y único poeta predilecto del Creador. Sus versos eran blancos, libres e intrincados, pero de una gran carga filosófica y de un ritmo interno coherente de armonía exquisita.
Pero ese hilo blanco conductor que utiliza la Providencia produce lindezas enrevesadas difíciles de entender. Mas, no por eso dejan de serlas, es la inescrutabilidad del Señor en muchas de sus cosas: el infinito del Universo es otra de ellas; pero es un infinito poema de ritmo coherente que toca desentrañar al hombre como parece estar haciéndolo.
Pero también, la poesía es eterna y el hombre se eterniza con ella al rellenar e inflar las palabras, que luego alzan su vuelo cargadas unas; de rítmica coherencia, otras; de filosóficas incoherencias y lógica dialéctica que quedan vagando en el etéreo espacio hasta que se produzca la beldad.



¹ Quiero dar a entender con ello a la subjetividad, a ese estado de exaltación que es el yo del artista, a esa sublimación que le permite  su capacidad estético-creativa, a esa varita mágica inmanente en seres tan sensibles que les lleva a exteriorizar y plasmar su primorosa vorágine inventiva; pero que además apasiona y excita el ánimo del lector en la percepción que hace del texto poético.  
[2]  Gil, H. (2008). Poética Narrativa de Jorge Luis Borges [Libro en línea]. Consultado el 02 de Noviembre de 2011 en:   http://books.google.co.ve/books .
[3]  Esto es, en una transacción o convenimiento entre autor y lector. (N del A).
[4]  El subrayado es mío para resaltar lo dicho en la nota uno (1); es decir, esa alteración que produce en el espíritu del lector un determinado escrito, ¡ese goce estético!, ¡esa sensibilidad en a apreciar la belleza del arte!, en fin, esa alteridad que produce el texto. Ibíd. p.54.

Eliéser Wilian Ojeda Montiel
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Soy de ti, tú eres de mí así