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gelvez.com.ve
Era una ciudad de calles adoquinadas; envejecidas casas de cualificado
porte
señorial con grandes ventanales y verjas de idéntica índole.
Sus calles lúgubres intuían un transitar de incierto y
lóbrego desprecio solitario; pero de ineluctable servidumbre de entresijos.
«No sé hacia dónde me dirijo; mas la incertidumbre me conduce
a ciegas por el medio de la pétrea vía. No escucho zumbido de vehículos; pero
tampoco de calesas. Sus aceras dudosas me mantienen en el eje ¿en qué siglo
estoy?»
Mendigos de ambos
géneros desapacibles aparecen como una epifanía maligna por ambos lados
queriéndome asaltar (!) Corro y logro alcanzar las alturas de uno de los
árboles a través de un enrejado mirador.
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