domingo, 27 de mayo de 2012

DE CÓMO EL LEÓN SE CONVIRTIÓ EN REY




        Una vez desaparecidos los dinosaurios las selvas del mundo quedaron en un desorden tremendo pues todos los animales, incluyendo hasta
el más inofensivo, se atribuía ser el nuevo rey.

         El desgobierno era total y absoluto ya que, con la extinción de aquellos gigantescos y terribles lagartos, hasta el temible dientes de sable no se volvió a ver merodear más por aquellas praderas y tupidas selvas. Sin embargo, pronto sobresalió por su fuerza y valentía otro extraordinario y amenazador felino: el león, mas no por su voluntad de trabajo ya que a la hora de ser solicitado para tales menesteres se encontraba echado bostezando y patas arriba ¡Éste si qué era un verdadero rey!: solo que ilegítimo.

      El tiempo pasaba y al Señor le parecía que tanta pereza y holgazanería en aquella bestia le hacía desmerecedor de tal reinado. Fue entonces cuando decidió convocar a las primeras elecciones universales y secretas para legitimar la primera monarquía sobre el planeta Tierra, y las que se llevarían a cabo en las ardientes sabanas del Serengueti.

  A tales efectos, el Creador decidió declarar la prohibición de cacería total para todos los carnívoros de tierra firme incluyendo al hombre, lo que enfureció al ilegal Rey león. No obstante, en vista de la hambruna manifestada por aquel ilegítimo monarca y de las obedientes leonas a la restricción impuesta por Dios, el falso soberano intentó, por sí solo, violar la prohibición sin considerar la dificultad y los posibles efectos de tan atrevido acto.

Al ser sorprendido en tal infracción, el Redentor extendió su brazo y apuntó con su dedo índice al cuerpo del felino y le descargó un fuerte rayo al querer emboscar a un pequeño venado achicharrándole su larga cola.

El susto fue tan grande que, de un salto, fue a hundirse al río más cercano para aplacar el fuego abrasador en todo su rabo y así poder aliviar su maltratada cola, quedándole solo un grupo de cerdas totalmente ennegrecidas en su extremo marcándolo para toda su vida como recuerdo de aquel incidente. Pero hubiera sido devorado por un enorme cocodrilo a no ser por lo distancia de su caída y la de aquel pues la prohibición de cacería no afectaba a los animales acuáticos.

        Después de tal acontecimiento, el Salvador envió a su 'paloma' mensajera multiplicada en los confines de todos los continentes para dar a conocer el acto de votación con objeto de suscribir las postulaciones candidaturales respectivas de cada especie, y realizar el evento. Las urnas electorales estarían integradas por todo género de marsupiales, desde los más chicos hasta el enorme canguro australiano.

        Abierto el proceso de inscripción todas las aves de la especie carpintero, a la velocidad de sus picos, procedieron al registro de la representación de cada clase animal ─exceptuando a los animales acuáticos como quedó expresado─ ante el Consejo Animal Electoral (CAE): hasta el más insignificante de la fauna terrestre tuvo su portavoz como la diminuta hormiga.

        Mientras todo esto ocurría y ya bien entrada la tarde, con la declinación del astro rey; el Todopoderoso observaba desde las alturas y ordenaba a su sagrada ave irradiar toda su dorada luz sobre aquella hermosa e imponente llanura de Tanzania para así poner punto final a la jornada de anotación de aspirantes, por cuanto a la mañana siguiente se abriría el proceso comicial apenas despuntara el alba.
       Apenas comenzaba a quebrar la mañana con sus primeros rayos de sol, los marsupios electorales se encontraban dispuestos en la explanada de aquella ¡maravillosa pampa!, desde el más grande hasta el más chico considerando el tamaño de los votantes.

   Para el caso de los sufragantes más enormes como: jirafas, elefantes, avestruces…, los canguros electorales se ubicaron en las sobresalientes y altas rocas de aquella pradera. De esta forma, cada elector podía depositar su voto, y, ya para el atardecer, en uno de los desérticos espacios de aquella sabana, todos los marsupiales vaciaban sus urnas mientras gallinas, gallinetas y toda suerte de aves zancudas, con sus patas y picos, rastrillaban y  procedían al conteo definitivo de las boletas.

       Una vez que el CAE obtuvo el resultado donde aparecía triunfante el león sin que éste lo supiera, nuevamente lo sorprendió el Altísimo en su intento de saciar su voraz apetito violentando la medida de veda todavía vigente, y,  de nuevo, el Señor extendió su brazo y le disparó un centellador rayo quemándole  ─esta vez─ todo su lomo dejándole únicamente alrededor de su cuello una preciosa y  oscurecida melena como guirnalda de su eterno y legítimo reinado.


Eliéser Wilian Ojeda Montiel








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BODAS DE ORO

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Soy de ti, tú eres de mí así