Una galera temeraria desafía la bravura de un
piélago inefable.
Los
vientos peregrinos de la tarde silban un premonitorio descontento, nefasto de
un Eolo
enfurecido, que la arroja a una ínsula en el tiempo.
enfurecido, que la arroja a una ínsula en el tiempo.
Habitantes
enigmáticos de una flora exótica reprueban el encalle en una paz unívoca
conseguida fuera de una realidad quimérica.
Los
elfos otean el horizonte, las náyades mimadas por las aguas en ablución perenne
santifican los cristales saltarines; los gnomos o genios de la Tierra protegen
los veneros. Todos cuidan la isla de Platón.
Derechos Reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario