martes, 18 de septiembre de 2012

AÑORANZA EN PLENILUNIO



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Aquella cristalera colgaba en el vasto espacio
sobre un mar en reposo exagerado.
La suave, inmensa aleta plomiza dejaba columbrar bajo los haces del argentado disco su unánime desnudez. Ofrecía un continuo coqueteo en su perenne chapotear al inmenso redoblante, parecía besar el dilatado nivel, brindar su rostro para un acicalado lustre.
El grisáceo remo en su “emersivo” bis, ofrecía estribillos de argentados torrentes.
A la orilla de la dilatada fuente sentada sobre ovaladas rocas lúcidas, una singular, misteriosa nereida de afiligranada medusea cabellera reflejaba cuentas alargadas. Miraba a la distancia la ciudad de pestañea coquetería.
Retornaba en cada plenilunio con inefable e indecible soliloquio de canto pesaroso evocativo: «Dónde tu cuerpo reposa mi hermoso descamado; dónde extiendes tu estatua marmoleada y quién, ahora, se estriba sobre ti. Cada lágrima “aumenta” este ponto en que ahora moro precario del “fuego” eterno de la vida; “humedece” mis párpados: evito el ansia de Poseidón».

«Intenso fue el deseo de aquella noche de plenilunio en este mismo piélago… ¡No sospechas cuán arrepentida y desgraciada soy!...».



Eliéser Wilian Ojeda Montiel
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BODAS DE ORO

BODAS DE ORO

Soy de ti, tú eres de mí así