Soportó veintitrés
años de amargada vida. La placidez de las noches no
eran tales, eran
odiosas: susurros, risas, lloros…, la ambigua alteridad de otro rostro; era la
maldición de su existencia, su otra personalidad.
Cómo vivir con tal equívoco e indeterminación
de ser. Triste padecimiento, carga de otra esencia, sombra adicional; otro yo… Aquel haz era un Chuky, horadaba su
inteligencia, tenía la impiedad de los mejores días; pero mucho peor…, no las
tuvo en noches de “intranquilidad”, no las fueron en su corta y real
finitud.
Su
confusa vida aun con todo su dinero no hizo la diferencia para gozar de una existencia
autónoma, pues la terapéutica le negó dicha contingencia, le refutó una
eventual realidad sin torbellinos, lo envolvió durante años; pasible,
desafortunada vida de hechos, situaciones inimaginables.
Finalmente
la desdicha le hizo emular al filósofo griego, acabar con su gemela diabólica a
pesar de la vigilancia que le rodeaba.
Pidió
que la “cara demoníaca” fuera destruida antes de su funeral.
Eliéser Wilian Ojeda Montiel
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