Crear
nuestra propia voz en la escritura es reconocer nuestro avance cognitivo en
esta competencia; es decir,
dónde iniciamos nuestra débil o nula destreza, dónde estamos y cuánto nos hemos posicionados como autores autónomos y, a la vez, críticos, divergentes, y, hasta cierto punto, originales. Pero en este aspecto no debemos olvidar que somos deudores sociales, y, «Desde esta perspectiva, la construcción de una voz propia es posible gracias a la interiorización de otras voces, que nos han acompañado en el proceso»: Castelló, Corcelles, Iñesta, Bañales y Vega (2011, p. 108).
dónde iniciamos nuestra débil o nula destreza, dónde estamos y cuánto nos hemos posicionados como autores autónomos y, a la vez, críticos, divergentes, y, hasta cierto punto, originales. Pero en este aspecto no debemos olvidar que somos deudores sociales, y, «Desde esta perspectiva, la construcción de una voz propia es posible gracias a la interiorización de otras voces, que nos han acompañado en el proceso»: Castelló, Corcelles, Iñesta, Bañales y Vega (2011, p. 108).
En tal idea mi voz no es mi
propia voz; pero tan poco es la de otro en particular: es la univocidad de
múltiples formas de enunciados sociales lo que nos permite reconocer y valorar
nuestra libertad intelectual, no sólo desde nuestra particularidad sino desde
el punto de vista de una comunidad también.
Pero
por otro lado escribimos para reconocernos desde nuestra propia voz y vernos
desde lo escrito; desde la panorámica de nuestra singular otredad; desde
nuestra entelequia circunstancial de seres finitos.
Sin
duda que una sólida competencia escritural no es un producto azaroso en nuestras
vidas, ello es un compromiso personal e idiosincrático, pues el paso por la
academia no garantiza dicha adquisición ni mucho menos la idoneidad requerida
en diferentes compromisos socio económicos.
Asimismo,
nuestra envilecida e incompetente voz de autor de textos, desde la perspectiva
de una degradación inicial, si se quiere; comienza a tomar identidad peculiar e
independiente y perfila nuestra personalidad y estilo propio de escritor, a
partir de aquel compromiso de idiosincrasia subjetiva respecto a lecturas de
otras voces, y de inserirlas para formarnos una determinada y característica
manera de expresar nuestros juicios y opiniones, que nos anuncie y nos sitúe en
determinados hechos de escritos contextualizados.
Igualmente,
y para reforzar lo expresado más arriba y en la misma línea de pensamiento; es
evidente la importancia de la confiscación de la retórica canónica de la lengua,
así como de la internalización de diferentes procesos y estrategias conducentes
a la implantación en nuestra psiquis de una determinada locución, que
identifique nuestra voz como eco de enculturación social en la existencia de
otros locutores ocultos; pero fundamentales en tal apropiación y que nos hace
diferentes muy a pesar de la diversidad de autores[1].
Finalmente
y para concluir; la ‘voz’ en el texto escrito nos permite sobresalir entre las copas de la humanal selva intelectual[2].
Bibliografía
Castelló, M.,
Corcelles, M., Iñesta, A., Bañales, G y Vega, N. (2011). La voz del autor en la
escritura académica: Una propuesta para su análisis. Revista Signos, 44(76), (pp.) 105-117.
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