
La tarde ruborosa conmigo
frente al mar se fue acercando más y más. El crepitar de las palmeras al viento,
suave sonido de múltiples cuerdas, acompasaba al champañazo murmullo de la
playa.
Yo
me extasiaba al espejo de tan polícroma tarde. Mis pies acariciaban las argentadas,
enésimas arenillas haciéndome notar el jugueteo, palpar la matizada turbación.
La
perezosa declinación, moribunda de la penumbra irrevocable, me ocultaba la
realidad circundante.
Un
haz de rayos en su desesperado ocultamiento abríase paso entre la claraboya de algodones agonizantes, rastrillaban ondulantes dunas de un garzo profundo aferrándose a su
cotidianidad pasajera.
Un
vespertino anhelo evanescente se fue transformando en una profunda sensación de
ambigüedad, dislocaba toda la quintaesencia de mi ser, de mi optimismo… Era una
vorágine de fallecimiento y renacimiento alternativo; una falta de definición.
Me sentía en una indeterminación de otredad, era un equívoco aberrante.
Quizá esto no precise enteramente el estado de mi ánimo;
pero una actitud de vergüenza y pudor invadía toda mi naturaleza, mi incierta
desnudez. Mi palpitada excitación atrajo el nefasto desenlace: ante mí se
había posado la figura de ¿Freud o de Schopenhauer?
Nota: Al alemán lo
agregue luego de leer tu tesis sobre estos filósofos hoy 20/03/16
Mérida, 27 de enero de 2012
Eliéser Wilian Ojeda Montiel
Eliéser Wilian Ojeda Montiel
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