miércoles, 8 de abril de 2020

Una perspectiva estética a la poética de Ramos Sucre


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Una perspectiva estética a la poética de Ramos Sucre

Eliéser Wilian Ojeda Montiel
(EWO, Montiel)

La estética del texto no está
En un canon inalterable,
Está en la idiosincrasia de una
Cultura particular.
Es el reconocimiento a la lectura
De un solaz esparcimiento.
EWO, Montiel





La redacción de este escrito me viene por resonancia cerebral, por mimesis de un estilo peculiar ya ensayado en las letras venezolanas e intento repetir, con él, tal forma de redacción suprimiendo cierta partícula gramatical sin hacer repetitivo su uso posible y eliminar, de esa manera, cierta cacofonía en búsqueda de la mejor estética permisible, viable, perseguida en un texto como objetivo propuesto de experimento en mi escritura.
Modo aquel de composición muy común en la práctica habitual de un escritor al emplear tal voz; pero ejecutada de forma contraria y magistral por la pluma original de nuestro poeta más sui géneris y eximio del primer cuarto del siglo XX, José Antonio Ramos Sucre (Cumaná.1890- Ginebra.1930), como vanguardia en el arte escritural de nuestro país y de Latinoamérica toda.
Constituyó Ramos Sucre y todavía lo es, con el pasar de los años, indiscutible poeta sin parangón en nuestras letras criollas privado del reconocimiento evidente por la crítica general, de toda su producción, de su retórica escrita, prístina y plástica. Destacable por su modo de elocución plasmada en toda su poesía tal vez inaugural en su manera de escribir compositivo gramatical no tradicional, de hacer arte mediante la palabra incrustada en el papel; es decir, poesía exclusivamente en prosa, característico proceder en su poética. Así es la prosa de nuestro ínclito y desconocido escritor en otras latitudes ganándose para mi gusto el adjetivo de preciosista.
Por otra parte la valoración a su poética como tal (no pudiéramos decir de versificar tradicional en él, sería injusto adjudicárselo a su memoria y gusto pues aborrecía ese modo de sintaxis común, y aún no declarada por mí), quería decir es precaria por no decir nula en el uso de aquel elemento desconocido anunciado supra. Intento, sí, mantenerla oculta no de manera in extensa. Quizá la lectura vigilante a este ensayo haga transparente esa incógnita, intencional de mi parte, como modo de ejercitar el intelecto la cual no pasará desapercibida al lector avezado en el deber asiduo de la escritura y la lectura.
Solo para quienes han bebido de su poética acercándose a sus textos recogidos por Monte Ávila Editores Latinoamericana de toda su producción, adjudican saber de lo acá expongo como del análisis enjundioso y crítico referido a ello, logrado con justicia póstuma para el desaparecido poeta por otro bardo y crítico venezolano, Francisco Pérez Perdomo, como era lógico suponer; vertido en el prólogo a su antología de esa edición: José Antonio Ramos Sucre. Antología poética (2004).
Por añadidura en mi trajinar tardío de escritura literaria he visto con singular interés el natural esfuerzo requerido al plantearnos el hacer de la redacción como placer. Oficio para otros, y seguir yo su estilo en omisión persistente de la enigmática partícula y aún en deuda por exhumarla al lector en este escrito, verbigracia, como producto final y objeto central en la siembra de letras en unas determinadas páginas en busca de una pulcritud literaria; pero en permanente y tensa meta de perfección inexistente e inagotable. Mas, y al mismo tiempo, de inflexible motivación personal fondo y fertilización en el papel físico o virtual del perenne labrar de las letras, y ver así brotar la más hermosa y exótica flor en la simiente del logos.
Es evidente la disonancia producida por la denigrada partícula al querer producir un escrito de la mejor estética y plasticidad posible, como persecución de la belleza en todo artista de las letras, ello, por supuesto, no depende del exilio de tan invisible elemento; empero su utilización reiterada trae aparejada otras moléculas gramaticales de enlace ineludible en ese modo de sintaxis, al momento de fundar nuestro proyecto las cuales, finalmente, se tornan en lastre pudiendo ser omitidas para la mejor lectura de un texto con propensión artístico- poética; no así en escritos científicos, por ejemplo, cuyo conocimiento obtenido de las investigaciones necesita de una explicitud diáfana y de mayor prolijidad posible para alcance de sus descubrimientos. En aquellos, el empleo de estas se torna de una necesidad sin polémica posible para dicho fin por ser documentos de carácter eferente.   
En efecto, y contrariamente a lo esperado, los textos de carácter literario carecen de una intención eferente explícita en buena parte de estos per sé. En obras de tal fin la misma ha de ser la de una aproximación y apropiación hermenéutica diligente del lector, en complicidad con el autor de la obra de su preferencia la cual este último plasma, asimismo, de elementos de ambigüedad necesarios para tal fin;

Es decir, no se les pedirá a todos los lectores que identifiquen los elementos constitutivos de la narrativa ofrecida para poder disfrutar del texto, aunque, siguiendo las observaciones de Coleridge, podremos pensar en cómo el ingenio del autor sí puede o no limitar el número de lectores de su obra y, dentro del grupo de los que no la desechan, limitar el placer de disfrutar de su trabajo. Esto se puede decir porque quien está familiarizado con la retórica propia del dominio historiográfico sabe que el lenguaje suele hacer de su narrativa un sapo duro de tragar. Alarcón, J. A. (2019, p. 33).

Es evidente, según se desprende de la cita insertada, la intención perseguida por un determinado escritor con una obra de naturaleza estética parcialmente hermética; esto es, romper con la tradición de obras como imitación a la realidad y a la naturaleza, donde estas solo atinan a reforzar el anquilosamiento cerebral sin aportar nada al ejercicio de su “músculo”, a lo cognitivo en su desarrollo y de un pensar crítico como persona, a no ser la de un simple ejercitar de la lectura.
Pero de regreso al planteamiento de nuestro tema central, la supresión de tal partícula en disputa y de su ejército seguidor no significa una condición ineludible en la posible belleza existente del texto y de su logro.
Opuestamente en cambio declaro una economía en el texto escrito; tal vez en la poesía en prosa objeto de este ensayo al tener presente la obra de Ramos Sucre, paradigma de lo acá expuesto como estudio, precariedad de ese elemento en los periodos compositivos de sus textos no obstante sin privarse del todo de tal dicción ¿duda?, quizá no, tal vez énfasis; conjunción o relativo imprescindible de lo escrito, o, tal vez, fue el producto inconsciente de su aprendizaje y de un pulimento obstinado posterior como estilo alcanzado.
 Arribamos así, sin más dilación, a ella, a la dama oculta de unánime presencia en las letras dejándose mostrar, no obstante su pena, pero por demás altiva con toda su ultrajada dignidad por mí; pero inicialmente por la pluma del poeta extinto, detestable por ella, en aborrecimiento de su cortejo insidioso.
Entonces se presenta con todos sus acólitos para decir «Me hago llamar Que, y ¿qué? Estos son mis cómplices: el que, la que, lo que, sin lo que, sin la que, así es que, en tanto que, por cuanto que, por lo que, por la que, ya que, y es que, por qué, para qué… Poseo todo un ejército, como pueden ver, para auxilio de quien se valga de mí».
Y sí, como se observa, sin duda alguna no podemos prescindir de esta dama zamarra para expresar nuestras cotidianas trivialidades y de sus belicosas huestes para ello; pero en la pensante y pasiva calma de la expresión escrita, estética y cuidadosamente continuada y pretendida meta, existen blasones en acecho contra tantos escombros.
   Es evidente el efecto antiestético en un texto de características artísticas en cuya sintaxis exista el uso prolongado del que en todas sus modalidades, en su arrebiate forzoso de moléculas gramaticales. Su uso indiscriminado, como se ha declarado, impide la plasticidad del escrito entendida esta como el “Dicho de un estilo o una frase: Que por su concisión, exactitud y fuerza expresiva da mucho realce a las ideas o imágenes mentales”. RAE (2001).
Es este el sentido del término plástico empleado en la pintura artística con aplicación de materiales utilizados en su arte, capaz de ser modelados, como de tantos otros componentes con similares cualidades en otros oficios artísticos. Traslado luego de tal concepto a la actividad pictórica devenida así en plástica, producto de la influencia de la escritura de vanguardia poética denominada, luego, como poesía cubista. Reverdy, P. (1977, p. 41).
Es así, entonces, como podemos modelar la palabra escrita sobre el soporte virtual valga la distancia, y cambiar la manera de hacer poesía irreverente frente a la poesía tradicional ante la cual conservo algún gusto particular.

Para abordar y hacer más directa y rápida su visión del mundo, Ramos Sucre ha eliminado de casi todos sus textos, excepto de los primeros, la partícula que [itálicas añadidas], en sus distintas funciones gramaticales y, sin duda, ha logrado con ello un lenguaje más intenso, más cerrado y de mayor perfección formal. Acierta el poeta Eugenio Montejo cuando sostiene que Ramos Sucre al eliminar el que relativo le da mayor poder expresivo al verbo, «Todo verbo en el círculo de su acción decía el fantástico escritor francés Villiers de L’ Isle Adam crea aquello que expresa». Ramos Sucre, J. A. (2004, p. XII).

Como se ve la abolición de la partícula que origina un esculpir singular en la expresión escrita, de mayor propiedad estética, en los periodos sintácticos. De no ser así su aplicación continuada en el texto produciría, seguramente, párrafos deslucidos, cacofónicos para caer en posible delusión estética perseguida en nuestro particular oficio.
 De otra parte el verbo hace posible la realidad de la idea. En este sentido podríamos expresar, al seguir el estilo de Ramos Sucre sin temor a equivocarnos, a la instauración de un sincretismo entre idea e imagen, integrada en la plasticidad del poema como estética propia.
Solo a manera de reforzar lo acá expuesto insertaremos uno de sus textos más emblemáticos, primero de estos en mostrarse en su florilegio de poemas donde el que se ha empleado de manera no reflexiva, con interdicción posible de esta, sin oponer obstáculo a la belleza de su prosa:

Preludio
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que [itálicas añadidas] me cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que [itálicas añadidas] cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor. (Op.cit. p. 3).

Según apreciamos existe un atractivo encanto en el estilo de su prosa; pero valga mi cuestionamiento ¿era factible, de su parte, alterar la sintaxis respecto del que incrustado en los párrafos sin poner en peligro la beldad de su poema? Si procedemos en un ejercicio para invalidar tal molécula gramatical, como sustitutiva sin empacho por un verbo con enclítico obtendríamos un sintagma nominal, verbigracia, como el siguiente: «Impertinente amada contándome amarguras». Con esta modificación, según mi opinión, al leer ambas oraciones dispuestas al lector en adyacente comodidad comparativa de análisis, se puede notar un retardo temporal mínimo en su lectura. Apreciemos su efecto en el párrafo original «Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras», y esta con modificación intencional «Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada contándome amarguras». Se observa, así, una mayor fluidez en su lectura.
Bien pudiéramos haber utilizado otro verbo cualquiera acorde a la idea expuesta por el autor en el primer párrafo de su poema analizado con pronombre enclítico, y al confrontarlo con nuestro ejemplo anterior como: recitándome, relatándome, enumerándome… el fruto de su resultado sería similar, su fluidez, su elocuencia. Se observa, de esta manera, un micro tiempo de pausa en la lectura producto del que alojado en el párrafo original, en contraste con el adulterado por nosotros, con la venia del poeta, quien de seguro no lo desaprobaría.
A mi juicio su lectura deja la impresión de retener, de manera también fugaz, la inmediatez de la imagen e idea implícita en el texto con ocasión de ser alojadas en nuestros cerebros.
La enclisis pudiera sonar arcaizante en los tiempos de escritura actual, sobre todo por algunas expresiones ya en desuso muy clásicas y antiguas del castellano, como: hallábase, causome, ándame, ruégole; de manera especial en el gallego. Fernández, L. J. (2020); pero en la evolución de nuestro idioma se ha venido remozando. Es aplicada y está presente con sus modalidades lógicas expresivas de uso regular en la escritura y habla cotidiana vigente en los modos verbales habituales.
Ramos Sucre, clásico por antonomasia en la mayor parte de los temas tratados de su poética por el uso de nominaciones mitológicas, como por el empleo de palabras olvidadas según lo pueden constatar sus lectores, no hace un uso periódico y desmesurado de verbos con enclisis con cuyas palabras, así constituidas, origina vocablos esdrújulos; forma, entre otras, de obviar aquella voz en los casos precisos. Un ejemplo de ello aclara lo afirmado «[…]. Se prevenía para la desnudez en la fosa indistinta arrojándose [itálicas añadidas] a los azares de la naturaleza, recibiendo en su persona la lluvia fugaz del verano». (Op.cit. p. 137, párr. 5º). La misma ha podido rescribirla, como en sus primeros escritos, con la inserción del que, así «Se prevenía para la desnudez en la fosa indistinta, que arrojándose, o a la que se arrojaba [itálicas añadidas] a los azares de la naturaleza, recibía en su persona la lluvia fugaz del verano.»
Ahora bien, y por el contrario, Seco, R. M. (2001, p. 314) en su Diccionario de dudas y dificultades, Vol. 3 de la Biblioteca El Nacional, desaprueba, aun cuando no la rechaza del todo, omitir el que en su cualidad de conjunción y pronombre relativo por su fuerza expresiva y claridad aceptada, como voz de uso habitual en nuestro idioma; no sin el reconocimiento explícito de su parte en su aplicación por escritores en la persecución de distinción y elegancia de sus obras.
Asimismo la poética de Ramos Sucre se desplaza en un presente constante con empleo, de forma similar, de un gerundio simpe y un pasado también simple. Por lo demás, nuestro poeta evita las formas compuestas de las conjugaciones verbales en su participio pasivo para erradicar, así, esa partícula odiada por él y desterrar igualmente, de su sintaxis, oraciones explicativas donde el que pudiera erigirse en rey. Por tanto, el empleo de esas formas compuestas del verbo no es de abundancia notoria en sus composiciones. Incluso no aparece esa figura gramatical si no en los inicios de periodos donde el que es casi de uso nulo o en los intermedios de estos, luego de punto.
A propósito, me he tomado la molestia de enumerar un total de137 páginas efectivas de sus poemas de la edición citada para este artículo e inventariar, asimismo, un total de 47 incrustaciones de la voz de nuestra preocupación. Tan solo en uno de sus trabajos, La Vida Del Maldito (Op. cit. pp. 37-39), contentivo de dos y media páginas muestra la función del que con repetitiva periodicidad notándose, a mi modo de ver, la desarmonía en el texto. Este poema es, con seguridad, uno de sus primeros textos. Dicho poema, de un tipo narrativo por demás, declara la ocurrencia de sucesos a veces comparativos sobre hechos y situaciones con merecida explicación, quiero significar, acciones con relato de eventos de la vida cotidiana de un maldito; pero donde dicha partícula se recrea por fuerza de su narrativa:

[…] Para distraerme, contraje la costumbre de cabalgar desde mi vivienda hasta fuera de la ciudad, por las campiñas libres y llanas, y paraba el trote de la cabalgadura debajo de un mismo árbol envejecido, adecuado para una cita diabólica. Escuchaba en tal paraje murmullos dispersos y confusos, que [itálicas añadidas] no llegaban a voces. Viví así innumerables días hasta que [itálicas añadidas], después de una crisis nerviosa que [itálicas añadidas] me ofuscó la razón, desperté clavado por la parálisis en esta silla rodante, bajo el cuidado de un fiel servidor que [itálicas añadidas] defendió los días de mi infancia. […]. (Op. cit p. 38-39).

Es un poema con ingredientes propios de lo exterior consagratorio de una poesía exteriorista, narrativita, esencial en la poética de Ernesto Cardenal valga la referencia comparativa a manera de digresión; pero necesaria en su habitual poesía quien, anoto, se oponía al uso de “palabras abstractas o simbólicas” en la poesía. Méndez, G. J. (1994. p. 47).
Con lo anterior quiero enfatizar la utilización de aquel vocablo en ese tipo de poesía cuyo uso es de indispensable aplicación de manera de explicitar un relato cotidiano. Forma narrativa de la cual no están exentos los textos de Ramos Sucre pues están poblados de sucesos cotidianos, imaginarios o no, generalmente de tipo clásico ya apuntado en su poética no obstante carecer, en casi la totalidad de sus escritos, de la voz estigmatizada por mí de la cual se supo desligar, como se podrá calibrar, en este su breve poema final, Omega, en su hermosa antología:

Cuando la muerte acuda finalmente a mi ruego y sus avisos me hayan habilitado para el viaje solitario, yo invocaré un ser primaveral, con el fin de solicitar la asistencia de la armonía de origen supremo, y un solaz infinito reposará mi semblante.
Mis reliquias, ocultas en el seno de la oscuridad y animadas de una vida informe, responderán desde su destierro al magnetismo de una voz inquieta, proferida en un litoral desnudo.   
El recuerdo elocuente, a semejanza de una luna exigua sobre la vista de un ave sonámbula, estorbará mi sueño impersonal hasta la hora de sumirse, con mi nombre, en el olvido solemne. (Op.cit. p. 144).

De singular y sublime belleza es el anterior poema. Tratamiento temático de la muerte como solución y despedida a una vida tormentosa, pesarosa declarada sin ambages quizá el más emblemático respecto de ello, LA Vida Del Maldito, del cual intercalaremos otro párrafo como parte integrante de ese escrito con el consentimiento de nuestros lectores, a modo de dar fe sobre lo acá expresado pues, como es del conocimiento, Ramos Sucre se encuentra incluido entre una gama de escritores denominados “malditos” del quehacer literario mundial y nacional, por cierto, según la crítica literaria. He acá su síntesis:

[…] Mi alma es desde entonces crítica y blasfema; vive en pie de guerra contra los poderes humanos y divinos, alentada por la manía de la investigación; y esta curiosidad infatigable declara el motivo de mis triunfos escolares y de mi vida atolondrada y maleante al dejar las aulas. Detesto íntimamente a mis semejantes, quienes sólo me inspiran epigramas inhumanos; y confieso que, en los vacantes de mi juventud, mi índole destemplada y huraña me envolvía sin tregua en reyertas vehementes y despertaba las observaciones irónicas de las mujeres licenciosas que acuden a los sitios de diversión y peligro. (Op.cit. p. 37).

Es pues, evidente, su incontrastable carácter presente desde su corta edad de adolescente donde su inteligencia se erige vital frente a la candidez de sus coetáneos. De ahí ese repliegue social, según se desprende de esa lectura, impedimento a su comprensión ontológica por parte de quienes le rodeaban en la cotidianidad de su vida.
Así pues, esa personalidad incontrastable presente en casi la totalidad de los llamados poetas “malditos” arrastra consigo una idiosincrasia propia y particular. Rompe, asimismo, con un imaginario popular instalado en el colectivo y desfasado en su perspectiva y manera de ver el mundo. Conduce, en el arte escrito, como en la generalidad de los oficios artísticos, a la genialidad de sus producciones respectivas.
Su deceso, por otra parte, en la flor de la vida condice, en el común de casos, con aquella pléyade de escritores eximios.

Conclusiones

Las obras de carácter literario, per se, atraen al lector por sus paratextos los cuales, sin duda, se constituyen en motivo seductor para el lector asiduo, y, dentro de estos, a escritores y críticos quienes se aperciben y fijan, así, posición de análisis, de censura prejuiciada o aprobación precoz, tal vez sin fundamento de la obra caída en sus manos y a la vista; pero es la lectura objetiva la verdadera causa a una opinión negativa o de beneplácito concretada, luego, en una conclusión final para una obra determinada. Tal rechazo o acogimiento, sin embargo, pudiera estar afectada de sesgo si esta se realiza con parcialidad solo en un aspecto de ella.
Creemos haber cumplido con este último punto al emitir, así, un dictamen aproximado bajo la premisa de haber pecado, no obstante, por defecto.
Así, la principal conclusión extraída de nuestro análisis, entre otras pocas, es el logro particular de una estética sintáctica por evolución persistente de su autor, como cualidad y signo distintivo de sí mismo y de su obra toda convirtiéndola en una creación única y vanguardista en la literatura venezolana y latinoamericana.
Otra consecuencia de su arte escrito condice con la recensión plasmada en la obra referencial utilizada para este ensayo: «Su poesía, […], inicia una nueva manera de relacionarse con el lenguaje poético en nuestro país».
Asimismo, en lo particular, su obra es de un preciosismo no peyorativo para mi gusto. Combinada esta con elementos clásicos plasmados en todos sus textos producen en esta algo excepcional para una lectura de total solaz muy alejada de otras obras literarias.
Para finalizar, su carácter de poeta “maldito” en nuestra literatura lo erige como su principal representante; pero asimismo de su género.






















Referencias bibliográficas
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Méndez, G. J. (1994). Y De La Calle Volvimos (p. 47). En La Resurrección De Scheerezade. Mérida/Venezuela: Ediciones Solar.
Ramos, S. (2004). La Torre de Timón. Preludio (p. 3). En Antología poética. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
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Reverdy, P. (1974). El Cubismo, Poesía Plástica. En Escritos para una poética (p. 41). Caracas: Monte Ávila Editores, C. A.
Seco, R. M. (2001). Diccionario de dudas y dificultades (p. 314). (Vol. 3).  Real Academia Española. Biblioteca El Nacional, Caracas. Madrid: Espasa Calpe, S. A.
Seco, R. M. (2001). Gramática esencial del español (Vol.4). Real Academia Española. Biblioteca El Nacional, Caracas. Madrid: Espasa Calpe, S. A.  

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