Una perspectiva estética a la poética de Ramos Sucre
Eliéser Wilian Ojeda Montiel
(EWO, Montiel)
La estética del texto no está
En un canon inalterable,
Está en la idiosincrasia de una
Cultura particular.
Es el reconocimiento a la lectura
De un solaz esparcimiento.
EWO, Montiel
La redacción de este escrito me viene por resonancia
cerebral, por mimesis de un estilo peculiar ya ensayado en las letras
venezolanas e intento repetir, con él, tal forma de redacción suprimiendo
cierta partícula gramatical sin hacer repetitivo su uso posible y eliminar, de
esa manera, cierta cacofonía en búsqueda de la mejor estética permisible, viable,
perseguida en un texto como objetivo propuesto de experimento en mi escritura.
Modo
aquel de composición muy común en la práctica habitual de un escritor al
emplear tal voz; pero ejecutada de forma contraria y magistral por la pluma
original de nuestro poeta más sui géneris y eximio del primer cuarto del siglo
XX, José Antonio Ramos Sucre (Cumaná.1890- Ginebra.1930), como vanguardia en el
arte escritural de nuestro país y de Latinoamérica toda.
Constituyó Ramos Sucre
y todavía lo es, con el pasar de los años, indiscutible poeta sin parangón en nuestras
letras criollas privado del reconocimiento evidente por la crítica general, de toda
su producción, de su retórica escrita, prístina y plástica. Destacable por su modo
de elocución plasmada en toda su poesía tal vez inaugural en su manera de
escribir compositivo gramatical no tradicional, de hacer arte mediante la
palabra incrustada en el papel; es decir, poesía exclusivamente en prosa, característico
proceder en su poética. Así es la prosa de nuestro ínclito y desconocido escritor
en otras latitudes ganándose para mi gusto el adjetivo de preciosista.
Por otra parte la
valoración a su poética como tal (no pudiéramos decir de versificar tradicional
en él, sería injusto adjudicárselo a su memoria y gusto pues aborrecía ese modo
de sintaxis común, y aún no declarada por mí), quería decir es precaria por no
decir nula en el uso de aquel elemento desconocido anunciado supra. Intento,
sí, mantenerla oculta no de manera in
extensa. Quizá la lectura vigilante a este ensayo haga transparente esa
incógnita, intencional de mi parte, como modo de ejercitar el intelecto la cual
no pasará desapercibida al lector avezado en el deber asiduo de la escritura y
la lectura.
Solo para quienes han bebido
de su poética acercándose a sus textos recogidos por Monte Ávila Editores
Latinoamericana de toda su producción, adjudican saber de lo acá expongo como
del análisis enjundioso y crítico referido a ello, logrado con justicia póstuma
para el desaparecido poeta por otro bardo y crítico venezolano, Francisco Pérez
Perdomo, como era lógico suponer; vertido en el prólogo a su antología de esa
edición: José Antonio Ramos Sucre.
Antología poética (2004).
Por añadidura en mi
trajinar tardío de escritura literaria he visto con singular interés el natural
esfuerzo requerido al plantearnos el hacer de la redacción como placer. Oficio
para otros, y seguir yo su estilo en omisión persistente de la enigmática partícula
y aún en deuda por exhumarla al lector en este escrito, verbigracia, como producto
final y objeto central en la siembra de letras en unas determinadas páginas en
busca de una pulcritud literaria; pero en permanente y tensa meta de perfección
inexistente e inagotable. Mas, y al mismo tiempo, de inflexible motivación personal
fondo y fertilización en el papel físico o virtual del perenne labrar de las
letras, y ver así brotar la más hermosa y exótica flor en la simiente del
logos.
Es evidente la disonancia
producida por la denigrada partícula al querer producir un escrito de la mejor
estética y plasticidad posible, como persecución de la belleza en todo artista
de las letras, ello, por supuesto, no depende del exilio de tan invisible
elemento; empero su utilización reiterada trae aparejada otras moléculas
gramaticales de enlace ineludible en ese modo de sintaxis, al momento de fundar
nuestro proyecto las cuales, finalmente, se tornan en lastre pudiendo ser
omitidas para la mejor lectura de un texto con propensión artístico- poética;
no así en escritos científicos, por ejemplo, cuyo conocimiento obtenido de las
investigaciones necesita de una explicitud diáfana y de mayor prolijidad
posible para alcance de sus descubrimientos. En aquellos, el empleo de estas se
torna de una necesidad sin polémica posible para dicho fin por ser documentos
de carácter eferente.
En efecto, y
contrariamente a lo esperado, los textos de carácter literario carecen de una
intención eferente explícita en buena parte de estos per sé. En obras de tal fin la misma ha de ser la de una aproximación
y apropiación hermenéutica diligente del lector, en complicidad con el autor de
la obra de su preferencia la cual este último plasma, asimismo, de elementos de
ambigüedad necesarios para tal fin;
Es decir, no se les pedirá a todos los lectores que
identifiquen los elementos constitutivos de la narrativa ofrecida para poder
disfrutar del texto, aunque, siguiendo las observaciones de Coleridge, podremos
pensar en cómo el ingenio del autor sí puede o no limitar el número de lectores
de su obra y, dentro del grupo de los que no la desechan, limitar el placer de
disfrutar de su trabajo. Esto se puede decir porque quien está familiarizado
con la retórica propia del dominio historiográfico sabe que el lenguaje suele
hacer de su narrativa un sapo duro de tragar. Alarcón, J. A. (2019, p. 33).
Es evidente, según se desprende de la cita insertada, la intención
perseguida por un determinado escritor con una obra de naturaleza estética
parcialmente hermética; esto es, romper con la tradición de obras como
imitación a la realidad y a la naturaleza, donde estas solo atinan a reforzar
el anquilosamiento cerebral sin aportar nada al ejercicio de su “músculo”, a lo
cognitivo en su desarrollo y de un pensar crítico como persona, a no ser la de
un simple ejercitar de la lectura.
Pero de regreso al
planteamiento de nuestro tema central, la supresión de tal partícula en disputa
y de su ejército seguidor no significa una condición ineludible en la posible
belleza existente del texto y de su logro.
Opuestamente en cambio
declaro una economía en el texto escrito; tal vez en la poesía en prosa objeto
de este ensayo al tener presente la obra de Ramos Sucre, paradigma de lo acá
expuesto como estudio, precariedad de ese elemento en los periodos compositivos
de sus textos no obstante sin privarse del todo de tal dicción ¿duda?, quizá no,
tal vez énfasis; conjunción o relativo imprescindible de lo escrito, o, tal vez,
fue el producto inconsciente de su aprendizaje y de un pulimento obstinado
posterior como estilo alcanzado.
Arribamos así, sin más dilación, a ella, a la
dama oculta de unánime presencia en las letras dejándose mostrar, no obstante
su pena, pero por demás altiva con toda su ultrajada dignidad por mí; pero inicialmente
por la pluma del poeta extinto, detestable por ella, en aborrecimiento de su
cortejo insidioso.
Entonces se presenta
con todos sus acólitos para decir «Me hago llamar Que, y ¿qué? Estos son mis cómplices: el que, la que, lo que, sin lo que, sin la que, así es que, en tanto que, por cuanto que, por
lo que, por la que, ya que, y es que, por qué, para qué… Poseo
todo un ejército, como pueden ver, para auxilio de quien se valga de mí».
Y sí, como se observa,
sin duda alguna no podemos prescindir de esta dama zamarra para expresar nuestras
cotidianas trivialidades y de sus belicosas huestes para ello; pero en la
pensante y pasiva calma de la expresión escrita, estética y cuidadosamente
continuada y pretendida meta, existen blasones en acecho contra tantos
escombros.
Es
evidente el efecto antiestético en un texto de características artísticas en
cuya sintaxis exista el uso prolongado del que
en todas sus modalidades, en su arrebiate forzoso de moléculas gramaticales. Su
uso indiscriminado, como se ha declarado, impide la plasticidad del escrito entendida esta como el “Dicho de un estilo
o una frase: Que por su concisión, exactitud y fuerza expresiva da mucho realce
a las ideas o imágenes mentales”. RAE (2001).
Es este el sentido del
término plástico empleado en la
pintura artística con aplicación de materiales utilizados en su arte, capaz de
ser modelados, como de tantos otros componentes con similares cualidades en
otros oficios artísticos. Traslado luego de tal concepto a la actividad
pictórica devenida así en plástica, producto
de la influencia de la escritura de vanguardia poética denominada, luego, como poesía
cubista. Reverdy, P. (1977, p. 41).
Es así, entonces, como
podemos modelar la palabra escrita sobre el soporte virtual valga la distancia,
y cambiar la manera de hacer poesía irreverente frente a la poesía tradicional
ante la cual conservo algún gusto particular.
Para abordar y
hacer más directa y rápida su visión del mundo, Ramos Sucre ha eliminado de
casi todos sus textos, excepto de los primeros, la partícula que [itálicas añadidas], en sus
distintas funciones gramaticales y, sin duda, ha logrado con ello un lenguaje
más intenso, más cerrado y de mayor perfección formal. Acierta el poeta Eugenio
Montejo cuando sostiene que Ramos Sucre al eliminar el que relativo le da mayor
poder expresivo al verbo, «Todo verbo en el círculo de su acción ‒decía el fantástico escritor francés Villiers de L’ Isle Adam‒ crea aquello que expresa». Ramos
Sucre, J. A. (2004, p. XII).
Como se ve la abolición de
la partícula que origina un esculpir
singular en la expresión escrita, de mayor propiedad estética, en los periodos sintácticos.
De no ser así su aplicación continuada en el texto produciría, seguramente,
párrafos deslucidos, cacofónicos para caer en posible delusión estética
perseguida en nuestro particular oficio.
De otra parte el verbo hace posible la
realidad de la idea. En este sentido podríamos expresar, al seguir el estilo de
Ramos Sucre sin temor a equivocarnos, a la instauración de un sincretismo entre
idea e imagen, integrada en la plasticidad del poema como estética propia.
Solo a manera de reforzar
lo acá expuesto insertaremos uno de sus textos más emblemáticos, primero de
estos en mostrarse en su florilegio de poemas donde el que se ha empleado de manera no reflexiva, con interdicción posible
de esta, sin oponer obstáculo a la belleza de su prosa:
Preludio
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo
lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que [itálicas añadidas] me cuenta
amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y
vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que [itálicas añadidas] cubre el
desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi
fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte. Ella es una
blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de
mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la
ofendida belleza ni el imposible amor. (Op.cit.
p. 3).
Según apreciamos existe un
atractivo encanto en el estilo de su prosa; pero valga mi cuestionamiento ¿era
factible, de su parte, alterar la sintaxis respecto del que incrustado en los
párrafos sin poner en peligro la beldad de su poema? Si procedemos en un
ejercicio para invalidar tal molécula gramatical, como sustitutiva sin empacho por
un verbo con enclítico obtendríamos un sintagma nominal, verbigracia, como el
siguiente: «Impertinente amada contándome
amarguras». Con esta modificación, según mi opinión, al leer ambas oraciones dispuestas
al lector en adyacente comodidad comparativa de análisis, se puede notar un
retardo temporal mínimo en su lectura. Apreciemos su efecto en el párrafo
original «Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima
cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras», y esta con
modificación intencional «Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el
mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada contándome amarguras». Se observa, así,
una mayor fluidez en su lectura.
Bien pudiéramos haber
utilizado otro verbo cualquiera acorde a la idea expuesta por el autor en el
primer párrafo de su poema analizado con pronombre enclítico, y al confrontarlo
con nuestro ejemplo anterior como: recitándome, relatándome, enumerándome… el fruto
de su resultado sería similar, su fluidez, su elocuencia. Se observa, de esta
manera, un micro tiempo de pausa en la lectura producto del que alojado en el párrafo original, en
contraste con el adulterado por nosotros, con la venia del poeta, quien de
seguro no lo desaprobaría.
A mi juicio su lectura deja
la impresión de retener, de manera también fugaz, la inmediatez de la imagen e
idea implícita en el texto con ocasión de ser alojadas en nuestros cerebros.
La enclisis pudiera sonar
arcaizante en los tiempos de escritura actual, sobre todo por algunas
expresiones ya en desuso muy clásicas y antiguas del castellano, como:
hallábase, causome, ándame, ruégole; de manera especial en el gallego. Fernández,
L. J. (2020); pero en la evolución de nuestro idioma se ha venido remozando. Es
aplicada y está presente con sus modalidades lógicas expresivas de uso regular en
la escritura y habla cotidiana vigente en los modos verbales habituales.
Ramos Sucre, clásico por
antonomasia en la mayor parte de los temas tratados de su poética por el uso de
nominaciones mitológicas, como por el empleo de palabras olvidadas según lo
pueden constatar sus lectores, no hace un uso periódico y desmesurado de verbos
con enclisis con cuyas palabras, así constituidas, origina vocablos esdrújulos;
forma, entre otras, de obviar aquella voz en los casos precisos. Un ejemplo de
ello aclara lo afirmado «[…]. Se prevenía para la desnudez en la fosa
indistinta arrojándose [itálicas
añadidas] a los azares de la naturaleza, recibiendo en su persona la lluvia
fugaz del verano». (Op.cit. p. 137, párr. 5º). La misma ha podido rescribirla, como en
sus primeros escritos, con la inserción del que, así «Se prevenía para la desnudez en la fosa indistinta, que arrojándose, o a la que se arrojaba [itálicas
añadidas] a los azares de la naturaleza, recibía en su persona la lluvia fugaz
del verano.»
Ahora bien, y por el
contrario, Seco, R. M. (2001, p. 314) en su Diccionario
de dudas y dificultades, Vol. 3 de la Biblioteca El Nacional, desaprueba, aun cuando no la rechaza del todo, omitir el
que en su cualidad de conjunción y
pronombre relativo por su fuerza expresiva y claridad aceptada, como voz de uso
habitual en nuestro idioma; no sin el reconocimiento explícito de su parte en
su aplicación por escritores en la persecución de distinción y elegancia de sus
obras.
Asimismo la poética de
Ramos Sucre se desplaza en un presente constante con empleo, de forma similar,
de un gerundio simpe y un pasado también simple. Por lo demás, nuestro poeta
evita las formas compuestas de las conjugaciones verbales en su participio
pasivo para erradicar, así, esa partícula odiada por él y desterrar igualmente,
de su sintaxis, oraciones explicativas donde el que pudiera erigirse en rey. Por tanto, el empleo de esas formas compuestas
del verbo no es de abundancia notoria en sus composiciones. Incluso no aparece esa
figura gramatical si no en los inicios de periodos donde el que es casi de uso nulo o en los intermedios
de estos, luego de punto.
A propósito, me he tomado
la molestia de enumerar un total de137 páginas efectivas de sus poemas de la
edición citada para este artículo e inventariar, asimismo, un total de 47
incrustaciones de la voz de nuestra preocupación. Tan solo en uno de sus trabajos,
La Vida Del Maldito (Op. cit. pp. 37-39), contentivo de dos y media páginas muestra la función del que con repetitiva periodicidad notándose,
a mi modo de ver, la desarmonía en el texto. Este poema es, con seguridad, uno
de sus primeros textos. Dicho poema, de un tipo narrativo por demás, declara la
ocurrencia de sucesos a veces comparativos sobre hechos y situaciones con
merecida explicación, quiero significar, acciones con relato de eventos de la
vida cotidiana de un maldito; pero donde dicha partícula se recrea por fuerza
de su narrativa:
[…] Para
distraerme, contraje la costumbre de cabalgar desde mi vivienda hasta fuera de
la ciudad, por las campiñas libres y llanas, y paraba el trote de la
cabalgadura debajo de un mismo árbol envejecido, adecuado para una cita diabólica.
Escuchaba en tal paraje murmullos dispersos y confusos, que [itálicas añadidas] no llegaban a voces. Viví así innumerables
días hasta que [itálicas añadidas],
después de una crisis nerviosa que
[itálicas añadidas] me ofuscó la razón, desperté clavado por la parálisis en
esta silla rodante, bajo el cuidado de un fiel servidor que [itálicas añadidas] defendió los días de mi infancia. […]. (Op. cit p. 38-39).
Es un poema con ingredientes
propios de lo exterior consagratorio de una poesía exteriorista, narrativita, esencial
en la poética de Ernesto Cardenal valga la referencia comparativa a manera de
digresión; pero necesaria en su habitual poesía quien, anoto, se oponía al uso
de “palabras abstractas o simbólicas” en la poesía. Méndez, G. J. (1994. p.
47).
Con lo anterior quiero
enfatizar la utilización de aquel vocablo en ese tipo de poesía cuyo uso es de
indispensable aplicación de manera de explicitar un relato cotidiano. Forma narrativa
de la cual no están exentos los textos de Ramos Sucre pues están poblados de
sucesos cotidianos, imaginarios o no, generalmente de tipo clásico ya apuntado en
su poética no obstante carecer, en casi la totalidad de sus escritos, de la voz
estigmatizada por mí de la cual se supo desligar, como se podrá calibrar, en
este su breve poema final, Omega, en
su hermosa antología:
Cuando la muerte acuda finalmente a mi ruego y sus avisos me
hayan habilitado para el viaje solitario, yo invocaré un ser primaveral, con el
fin de solicitar la asistencia de la armonía de origen supremo, y un solaz
infinito reposará mi semblante.
Mis reliquias, ocultas en el seno de la oscuridad y animadas
de una vida informe, responderán desde su destierro al magnetismo de una voz
inquieta, proferida en un litoral desnudo.
El recuerdo
elocuente, a semejanza de una luna exigua sobre la vista de un ave sonámbula,
estorbará mi sueño impersonal hasta la hora de sumirse, con mi nombre, en el
olvido solemne. (Op.cit. p. 144).
De singular y sublime
belleza es el anterior poema. Tratamiento temático de la muerte como solución y
despedida a una vida tormentosa, pesarosa declarada sin ambages quizá el más
emblemático respecto de ello, LA Vida Del
Maldito, del cual intercalaremos otro párrafo como parte integrante de ese
escrito con el consentimiento de nuestros lectores, a modo de dar fe sobre lo
acá expresado pues, como es del conocimiento, Ramos Sucre se encuentra incluido
entre una gama de escritores denominados “malditos” del quehacer literario
mundial y nacional, por cierto, según la crítica literaria. He acá su síntesis:
[…] Mi alma es desde entonces crítica y blasfema; vive en pie
de guerra contra los poderes humanos y divinos, alentada por la manía de la
investigación; y esta curiosidad infatigable declara el motivo de mis triunfos
escolares y de mi vida atolondrada y maleante al dejar las aulas. Detesto
íntimamente a mis semejantes, quienes sólo me inspiran epigramas inhumanos; y
confieso que, en los vacantes de mi juventud, mi índole destemplada y huraña me
envolvía sin tregua en reyertas vehementes y despertaba las observaciones
irónicas de las mujeres licenciosas que acuden a los sitios de diversión y
peligro. (Op.cit. p. 37).
Es pues, evidente, su incontrastable
carácter presente desde su corta edad de adolescente donde su inteligencia se
erige vital frente a la candidez de sus coetáneos. De ahí ese repliegue social,
según se desprende de esa lectura, impedimento a su comprensión ontológica por
parte de quienes le rodeaban en la cotidianidad de su vida.
Así pues, esa personalidad
incontrastable presente en casi la totalidad de los llamados poetas “malditos”
arrastra consigo una idiosincrasia propia y particular. Rompe, asimismo, con un
imaginario popular instalado en el colectivo y desfasado en su perspectiva y
manera de ver el mundo. Conduce, en el arte escrito, como en la generalidad de
los oficios artísticos, a la genialidad de sus producciones respectivas.
Su deceso, por otra parte,
en la flor de la vida condice, en el común de casos, con aquella pléyade de
escritores eximios.
Conclusiones
Las obras de
carácter literario, per se, atraen al
lector por sus paratextos los cuales, sin duda, se constituyen en motivo
seductor para el lector asiduo, y, dentro de estos, a escritores y críticos
quienes se aperciben y fijan, así, posición de análisis, de censura prejuiciada
o aprobación precoz, tal vez sin fundamento
de la obra caída en sus manos y a la vista; pero es la lectura objetiva la verdadera
causa a una opinión negativa o de beneplácito concretada, luego, en una conclusión
final para una obra determinada. Tal rechazo o acogimiento, sin embargo,
pudiera estar afectada de sesgo si esta se realiza con parcialidad solo en un aspecto
de ella.
Creemos haber cumplido con este último punto al emitir, así, un
dictamen aproximado bajo la premisa de haber pecado, no obstante, por defecto.
Así, la principal conclusión extraída de nuestro análisis,
entre otras pocas, es el logro particular de una estética sintáctica por
evolución persistente de su autor, como cualidad y signo distintivo de sí mismo
y de su obra toda convirtiéndola en una creación única y vanguardista en la
literatura venezolana y latinoamericana.
Otra consecuencia de su arte escrito condice con la recensión
plasmada en la obra referencial utilizada para este ensayo: «Su poesía, […],
inicia una nueva manera de relacionarse con el lenguaje poético en nuestro país».
Asimismo, en lo particular, su obra es de un preciosismo no
peyorativo para mi gusto. Combinada esta con elementos clásicos plasmados en todos
sus textos producen en esta algo excepcional para una lectura de total solaz
muy alejada de otras obras literarias.
Para finalizar, su carácter de poeta “maldito” en nuestra
literatura lo erige como su principal representante; pero asimismo de su
género.
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