martes, 19 de mayo de 2015

DE LA QUIETUD PÚBLICA O DEL PODER DEL YO BIOPSICOSOCIAL DEL GOBERNANTE; O DE LOS “OSCUROS” Y ALABASTROS


Entre la paz y la felicidad pareciera no haber incoherencia.
   Una prelación
acaso ¿es condición sine qua non?

   Usufructuar la paz para unos es una paradoja para otros, entonces es “la paz y pan” y así evitar lo sorprendente.

   A quién enorgullece la paz; no al pobre, no sabe de conflictos lo es carecer de techo a su cobijo, de bocado que le nutra su “negrura”.

   Defender la paz es amparo de intereses; el pobre no tiene renta que le valga.

   El discurso de su inopia es el magro alegato a su esperanza, a su felicidad.

   La inopia no es lo mismo en el político. En el pobre es gástrica vorágine, es la intemperie en sus costillas: en el otro es el voto del poder.

   Entonces la paz y la felicidad devienen de un estado de satisfacción, son el corolario particular de sí mismas, de ambas dos.

   La paz como virtud y la felicidad como estado de satisfacción se yuxtaponen entre sí; son el resultado de una relación biopsicosocial  en el ser humano, son un “bien común” que depende de la “paz y pan”.




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BODAS DE ORO

BODAS DE ORO

Soy de ti, tú eres de mí así