Un bosque invita a su
desposamiento. Su espíritu de turquesa universal trastoca
los sentidos, incita
a una paz indeterminada.
Mis pupilas, heridas mágicamente, lloran la emoción de
iridiscentes mariposas. Mis oídos sucumben a enigmáticos trinos, tímpanos
ignaros de lo prístino.
La brisa concede abigarrados aromas exquisitos, solloza a la
caricia sensitiva, mano trémula imprudente.
Alucino de aromas, sonidos… Vistas subyugadas
profanan el reposo natural de un santuario sin memoria.
Peregrinajes de capullos modelan un tapete primitivo, amancebo de nenúfares de una fuente envanecida.
Una náyade santigua mi presencia con enésimas partículas
vaporosas, exige explicación por la noción del tiempo lacerado «Esta es mi
estación. Auguré tu deferencia a la distancia oculta de mi casto deseo; te desarraigué
del momento de tu natural vaciedad; tu pretensión es un mandamiento; esgrimes el
juicio. Motivas mancillar mi paraíso oculto a seres impasibles
«En la distancia de tu tiempo deseo el numen permanente
compañero para cantar a mi beldad alterando la dimensión errata de mi vida».
Eliéser Wilian Ojeda Montiel
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