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He dado un salto en la distancia
Viajando
a mi mundo paralelo,
A mi
añeja utopía de la cual
No
quisiera despertar. Veo seres
Diferentes,
entre ellos familiares,
Amigos,
personas desconocidas
Por igual
alegres disfrutando
La abundancia
de un país normal.
Los centros
comerciales rebosan
De visitas
por sus clientes.
La ciudad
canta la alegría
Del humano
transeúnte arrojado
Del estómago
de la oruga subterránea
Por la
ingesta de seres sin compás;
Pero carece
de la parálisis
Presente
de la distopía de estos días.
El indigente
normal extiende su mano,
Cualquier
aporte le favorece.
Los contenedores
de desechos no eran
Territorio
marcado como en el presente.
Caer en
los pabellones de un hospital
Es la
desgracia de una vida yerta.
La inseguridad
es la certeza de un extraño
Posible
o de un cuerpo represivo.
Es la
hora de mi alimento cotidiano:
Hervido,
seco con ensalada, jugo;
El postre
sin fracaso. Finalmente,
El negrito
de infaltable tradición.
¡Ey!,
levántate esta no es hora de dormir,
Ya está
el almuerzo debes irte caminando
A tu
trabajo. ¡Otra vez lentejas con arroz!,
¡no, yo me dormiré de nuevo!
¡no, yo me dormiré de nuevo!
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